Comentario
El balance de las presiones que se han ejercido sobre el Pontificado es bastante positivo para la Monarquía francesa, que vive importantes agobios económicos; la magnitud de sus proyectos no está de acuerdo con los ingresos con que cuenta, de carácter feudal, lo que le fuerza a continuas demandas de dinero, fuente de graves conflictos con Bonifacio VIII y con sus propios súbditos, y a adoptar medidas que suponen un gran desgaste: juicio contra los templarios, presiones sobre Clemente V, frecuentes alteraciones en la ley de la moneda.
La actuación de Clemente V debe ser entendida a la luz de las duras presiones ejercidas sobre él; con importantes sacrificios, y hasta humillaciones, consiguió mantener a salvo lo que él consideraba intangible. Es innegable la influencia que Felipe IV tuvo sobre él logrando bazas importantes, aunque sería injusto no destacar aquellos aspectos, importantes también, en los que el Papa obtuvo negativas. Durante su pontificado, el Colegio cardenalicio cambia su composición integrando a una considerable mayoría de gascones y franceses, también familiares del Papa, mostrando cuales son las influencias dominantes sobre el Pontífice.
Por lo demás, el Concilio de Vienne esbozó algunos principios de reforma y se ocupó de las querellas internas de la orden franciscana, que durante mucho tiempo todavía, serían objeto de debates. Los incipientes intentos de reforma, en la que se señalan los males que durante más de un siglo serán objeto del interés de los reformadores, conducen únicamente a la adopción de algunas pequeñas medidas, en un concilio que, por otra parte, no había sido convocado con tal objeto.
La actuación política de Clemente V y la situación italiana han sido frecuentemente enjuiciados en función de la postura respecto a la instalación del Papado en Aviñón. La preocupación por Francia es dominante, y los resonantes acontecimientos que se producen tienden a incrementar su importancia; no fue, sin embargo, preocupación única.
Inglaterra ocupa un lugar importante en las preocupaciones pontificias: no en vano el Papa había sido súbdito del monarca inglés. En este aspecto se preocupó especialmente de lograr la paz entre Inglaterra y Francia; en parte por motivos de índole general, la Cruzada, pero también como forma de proteger a la Monarquía inglesa. Las únicas tensiones se producirán como consecuencia del deseo pontificio de ejercer un estricto control sobre la Iglesia inglesa, que fue efectivamente logrado Italia y el Imperio, por sus implicaciones italianas, fueron objeto central de la política pontificia. No es posible minimizar la importancia de estos hechos en la decisión final de instalarse en Aviñón; la mala situación italiana, en particular la de Roma, hacían imposible la permanencia del Pontificado en ella. De hecho, en la segunda mitad del siglo XIII los Papas no viven en Roma, sino en diversas ciudades de su patrimonio; los frustrados intentos de regresar a Roma demuestran que las dificultades no eran ficticias.
Clemente V se movió con cierta habilidad en la compleja política de la Italia del Norte, apoyándose alternativamente en los güelfos o en los gibelinos; los resultados fueron bastante positivos, pese a la acusación de oportunismo. Gracias a esa política fue posible parar el creciente poder de los angevinos, más amenazante al estar ausente de Italia el Pontificado.
Clemente V consideró a Alberto de Habsburgo como un contrapeso a las presiones francesas; su asesinato en mayo de 1308 planteaba nuevos problemas políticos; en primer lugar, daba ocasión a que Felipe IV presionara al Papa en la entrevista de Poitiers para que le fuera otorgada a su hermano, Carlos de Valois, la Corona alemana. Como en otras cuestiones, Clemente V hubo de actuar de modo tortuoso para no favorecer a Felipe IV, sin provocar por ello una ruptura.
La elección de Enrique VII de Luxemburgo, un príncipe poco poderoso, y por ello, teóricamente, poco peligroso, pareció un hecho favorable, que los acontecimientos posteriores se encargaron de desmentir rotundamente. Clemente V se apresuró a reconocer al nuevo emperador electo, prometiendo coronarle personalmente en Roma; no obstante tomó cuantas precauciones legales le fue posible ante la inminente entrada de Enrique en Italia, hecho siempre lleno de riesgos.
Desde comienzos de 1311, apenas iniciado el viaje italiano, la Italia del Norte se hallaba en guerra: la feroz resistencia de Brescia sirvió para demostrar los violentos métodos empleados por los alemanes. Un importante numero de ciudades dirigidas por Florencia y Bolonia cerraban al rey de romanos el paso hacia Roma; pronto se supo que el Papa había delegado la coronación y que no acudiría a la ciudad. La resistencia a la presencia alemana en Italia generalizó la guerra y, dentro de Roma, una profunda división obligó a celebrar la coronación en San Juan de Letrán ante la imposibilidad de llegar a San Pedro.
Enrique VII atribuyó sus dificultades a la postura hostil a su presencia de Roberto de Anjou, cabeza natural del güelfismo, por lo que decretó su deposición como súbdito rebelde. Esta decisión provocó la protesta de Felipe IV y también la de Clemente V, pues el Reino de Nápoles era vasallo de la sede romana.
La aventura italiana de Enrique VII, que concluye con su muerte en agosto de 1313, deja como saldo una exacerbación de las tensiones entre güelfos y gibelinos, y reabierta una dura polémica en torno al alcance mismo del Imperio. Para Clemente V fue la ocasión de expresar rotundamente la superioridad de la sede apostólica sobre el Imperio, y tomando de nuevo argumentos expuestos por Bonifacio VIII, de reclamar para sí el derecho a exigir la prestación de vasallaje al emperador y a nombrar vicarios imperiales para Italia durante la vacante del Imperio.
Tal es escuetamente la situación en Italia que impide la presencia en ella del Pontífice; encadenándose a los acontecimientos que hemos ido analizando, se imponía la residencia en Aviñón, aunque, de hecho, sólo brevemente viviera Clemente V en la ciudad del Ródano, y tuviera su estancia un carácter en cierto modo provisional. No es nuestro cometido juzgar la conveniencia o no de la instalación en Aviñón del Pontificado, sino explicarla, y para ello han de tenerse en cuenta los hechos estudiados y la situación italiana. Por lo demás, Aviñón no es ciudad francesa, sino de los Anjou, vasallos pontificios y en cierto modo dominio pontificio.
En esa situación se producía el fallecimiento de Clemente V, el 20 de abril de 1314. Además de una situación económica delicada, de los graves problemas políticos y de la reapertura del debate sobre la naturaleza del poder pontificio e imperial, quedaba pendiente la querella en el seno del franciscanismo sobre la pobreza. Se había resuelto, por el momento, en el Concilio de Vienne, señalando algunos abusos contra la pobreza, pero sometiendo a los espirituales, radicales en la interpretación de la pobreza, a la jurisdicción de los conventuales, más tolerantes. Algunos grupos no aceptaron la decisión y formaron grupos de "fratricelli", muy penetrados de ideas joaquinitas, que muy pronto plantearan serios problemas. El sucesor será Juan XXII.